La felicidad es un placer dulce y, si se trata bien, duradero. Para entendernos: es como un jarrón de porcelana fina, algo bellísimo, una joya de la vida, duradero… pero a la mínima circunstancia adversa se resquebraja. La felicidad no la consigue quien la busca con ansias, esas personas suelen acabar por tener muchas posesiones pero una birria de vida: solo pensar en comprar y conseguir más y más. La alegría se parece más a la libertad… al aire entre los cabellos. En cambio, para mí, el estar contento es algo superficial y con matices hipócritas.
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